EL ENIGMATICO ANIMAL QUE SE SUICIDO AL PERDER LA LIBERTAD

¡Muy buenas a todos!
Hoy quiero explicaros una historia, real, que ocurrió hace mmuchos años en un pueblo de la provincia de Zaragoza. En ella se habla de un animal "misterioso" que cazaron y que prefirió la muerte a perder la libertad. La historia, publicada en su momento en el Heraldo de Aragón, no deja de ser simplemente un ejemplo del desconocimiento que había hace no tanto tiempo sobre la fauna que a veces por discreta o por nocturna, resulta tan difícil de conocer.
A continuación la historia.. Y una foto del bicho en cuestión (recomiendo leer la historia entera y no bajar hasta la foto directamente :)




En un soto próximo a Movera ha sido capturada viva una fiera, desconocida hasta ahora por los vecinos del simpático barrio zaragozano. Nos dan la noticia dos atentos labradores: Miguel Pellicena, propietario del Soto Zorra, lugar de la intrépida captura, y José Polo, vecino del barrio del Gállego, que tienen la amabilidad de acompañarnos hasta la torre San Lázaro, propiedad del conocido agricultor don Luis Bescós.
-Es un bicho rarísimo -nos advierten nuestros acompañantes-. La cabeza parece como la de una serpiente extraña y el cuerpo como el de un perro. Tiene unos colmillos que si te engancha una mano te quedas sin ella. La fiera ha sido capturada viva: sus cazadores la guardan encerrada en una especie de jaula de hierro.
Al llegar a la torre San Lázaro, nos dicen que el animal acaba de matarse dándose golpes contra las paredes de su cárcel de hierro. En la torre de don Luis Bescós la animación es extraordinaria. Ha corrido la voz y son muchos los curiosos que se desplazan a la torre. Incluso de Santa Isabel y Montañana. Nadie sabe decir con exactitud de qué animal se trata, y eso que entre los curiosos hay muchos cazadores.
Somos recibidos por los autores de la captura, tres hijos del señor Bescós, tres robustos y valientes mocetones que se llaman Miguel, Alejandro y Vicente. Nos acompañan al corral, y en la puerta leemos escrito con clarión: “Para visitar la fiera, de 8 a 10, gratis”. Una vez en el corral nos muestran al extraño animal. Está muerto sobre una mesa. Trataremos de hacer su retrato. La cabeza, más que de serpiente, como nos habían dicho, parece de nutria: pequeña y estirada, hocico prolongado, boca estrecha, lengua larga, con afilados dientes; cuerpo grueso cubierto de pelaje suave, color grisáceo; patas delanteras con cinco uñas como ganchos, de unos cinco centímetros; plantas desnudas. Es hembra; aproximadamente mide un metro de largo y cuarenta centímetros de alto; orejas diminutas; unos 25 kilogramos de peso. De ser una nutria, su piel tendría una alta cotización.
He aquí el relato de lo sucedido, contado al alimón por los tres hermanos: 
-Esto tiene su historia -nos dicen-. Hace dos años que vimos a la fiera por primera vez. Desde entonces no habíamos vuelto a verla. Fue Ángel Berges, del barrio de Santa Isabel, el primero que se dio cuenta, hace, como le decimos, un par de años. Se la tropezó en el mismo Soto Zorra, atacó a Angel y éste tuvo que salir pitando. Tenga usted en cuenta que dicho soto es como un bosque, como un auténtico bosque, pero de veinte hectáreas.
-El animal, ¿perjudicaba los sembrados?
-Hacía daño en los panizos y nos unimos los tres hermanos para ir en su busca.
-¿Qué medidas tomaron?
-Colocamos cepos y le tendimos lazos en las salidas del bosque por donde suponíamos que el fiero animal iba en busca de comida.
-¿Lograron verla?
-No, señor. Cambiábamos de sitio los cepos y el bicho salía siempre por otro lado. Este verano…
-Cuenten deprisa que estamos impacientes.
-Este verano hicimos varias esperas nocturnas a la luz de la luna.
-¿Escondidos?
-Cavamos tres profundos pozos, nos metimos en ellos, los cubrimos con cañas y a esperar.
-¿Llevaban armas?
-Escopetas.
-¿La localizaron entonces?
-¡Ni hablar! No quería salir de su misterioso escondite. Cuando nos íbamos porque nos apuraba el sueño y n0s quedábamos en casa a dormir, esa noche salía.
-¿Cómo lo sabían?
-Por el rastro en el panizo; comía de él. Cuando el panizo se puso duro no salía del soto. Entonces decidimos ir a cazarla al bosque.
-¿Tardaron mucho tiempo?
-¿Que si tardamos?… Sólo dábamos con el rastro, pero las huellas se perdían. Buscando a ese animal hemos dado muerte a quince zorros y a dos águilas; no le decimos más. Una de ellas, de dos metros y medio de ala a ala, está disecada en la armería de Escobedo, del Coso. Un día creímos triunfar en nuestro empeño. El rastro lo vimos a la entrada de unos cados muy profundos del soto, y creyendo que estaba allí, cavamos ocho horas seguidas y de buena gana. Nada, no estaba. Por fin llegó el domingo pasado, y ese día le dimos caza.
-Ahora viene lo bueno. Cuéntenlo.
-Aprovechando que las últimas lluvias habían borrado las huellas viejas, salimos los tres al soto para ver si había otras nuevas. Efectivamente, así fue, y las seguimos. Ellas nos condujeron a un cado en donde sólo había huellas de entrada.
-¿Plan de ataque?
-Vicente se quedó solo a la entrada del cado en medio del bosque, mientras nosotros dos volvimos a la torre para proveernos de las herramientas adecuadas.
-¿Qué clase de herramientas?
-Jadas, palas y astrales (destrales).
-¿Escopeta?
-Nada de escopetas. Nos había hecho sudar tanto ese animal, que habíamos hecho cuestión de amor propio cogerlo vivo. Una vez reunidos con Vicente, empezamos a cavar en el cado. Cavamos ocho metros por dos de hondo, y vimos una especie de galería subterránea que se comunicaba con el agua de un manantial, también oculta. Había un gran montón de hierba, como unos 30 kilos, que el animal se había llevado allí. De pronto hizo su aparición, sopló muy fuerte y se nos quiso echar encima. Con la pala taponamos la salida y con una rama en forma de horquilla le sujetamos el cuello. ¡Qué fuerza tenía el condenao! Como no podía atacarnos, intentaba alcanzarnos con las uñas como ganchos. Le metíamos en la boca palos cruzados y los partía. Por fin, conseguimos atarlo bien y tomamos el camino de la torre. Por el camino volvió a romper el palo de la boca y nos tuvimos que echar encima, sujetándole el cuello, mientras Vicente vino a la torre a por un hierro, hierro que le metimos en la boca, y así nos lo pudimos traer a casa.
-¿Qué hicieron en casa con el animal?
-Lo encerramos en un cuarto hasta que construimos una jaula con un bidón de 250 litros. Le hicimos su reja con barrotes y todo. Ahí está.
Echamos vista a la improvisada jaula, y leemos, escrito con clarión: “Cuidado con la fiera, que está viva”.
-Se ha matado hace media hora.
-¿Cómo es eso de que se ha matado…?
-Verá usted. Un familiar quería hacerle una fotografía. Para sacar al animal del bidón lo hemos atado con palos y lazos, pero era tan fiero que ha empezado a darse golpes contra los hierros y él mismo se ha dado muerte.
Esta es la historia; una historia auténtica, de la que han sido protagonistas Miguel, Alejandro y Vicente Bescós.



Y ahora.. La foto del enigmatico animal :



¡Espero que os haya gustado la historia! Si os gusta el blog podeis recomendarlo a través de vuestras redes  sociales o seguirme en Twitter en @pinosysembrados.


Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Pobre tejón muerto a manos de esos bárbaros...claro que eran otros tiempos en los que se mataba todo aquello que se movía, ignorantes¡¡¡¡. ¿Otros tiempos?. No estoy tan seguro a tenor de las salvajadas actuales.

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